martes, 4 de febrero de 2020

YO NOS ACUSO, A TODOS, DE TODO

Salud 

1

En la prehistoria nuestros ancestros asustaban a las manadas de animales chillándoles y los conducían a precipicios y los hacían despeñarse. Abajo otros los esperaban para despiezarlos y poder comérselos. Muchos humanos se despeñan por precipicios jaleados por los gritos sordos de su interior. Abajo no nos espera nadie. Ni nada. Hace tres días uno se arrojó al vacío. Todos los años de media 20 o 30 personas se arrojan al precipicio en el cementerio donde vivo. De 40.000. Un 0,075 % solamente.

Continuamente, a todas horas, todos tenemos problemas. Completamente absurdos y ridículos desde una perspectiva cósmica. Incluso casi desde cualquier perspectiva. Pero nos amargan. Nos bloquean. Nos envenenan. 

La gente más bondadosa es la más desgraciada. La bondad atrae la miseria y el dolor. La más vil, la menos escrupulosa, suele ser la más feliz. Seguro que es una impresión falsa, una vana búsqueda de consuelo. Pero es mi sentir y no importa.

¿Compartir mis errores serviría a alguien de algo?

Estoy hundido. Por problemas de mierda. Particulares y laborales -por ser un puto siervo del lado oscuro-. Sobre todo de los primeros. Pero todo se agrega para abatirme. Para destruirme. Para sentirme muerto. 

Fui al cine. Como un zombie. Para olvidarme de todo. Relajar mi mente. Despejarme y limpiarme de la mierda que arrastramos por dentro. 

2

ALDRED DREYFUS 

Muy a su pesar, sin buscarlo, sin merecerlo, se hizo famoso. Y le destrozaron la vida, al señor Dreyfus.

Como un río que se desborda, arroyándolo todo, arrastró otras vidas, provocando estragos y haciendo tambalearse los cimientos de la República francesa. La república de los pingüinos --maravilloso libro--

Roman Polansky ha estrenado El oficial y el espía, su particular versión de esa tormenta. Que a su vez se basa en la visión que un escritor, Robert Harris, hace en forma de novela. Dicen que Polanski se identifica con ese mártir moderno, pues ha sufrido un proceso judicial sonado, y ha vivido en el exilio. La novela no la he leído. La película no me gustó. No me distrajo. Mi aflicción es una losa que nubla mi juicio. 

Dreyfus no tuvo exilio. Siendo inocente, sin importarle a ninguno de sus jueces, fue declarado culpable y enviado a prisión en una isla remota. En condiciones lamentables. Es que era judío y en aquella época en Francia ser antisemita estaba de moda. 

Podría haberse podrido en la cárcel sin más. Hoy no sabríamos nada de él, y Polanski no habría hecho esa película. 

¡Cuántos Dreyfus, ignorados, desconocidos, anónimos, habrá habido, cuántos hay ahora, cuántos vendrán!

Pero su familia tenía dinero, y pudieron permitirse contratar a un abogado con influencias. Es decir, con las palas adecuadas escarbaron en la mierda y lentamente la peste fue oliendo y salpicando a todos. Mas al principio, en lugar de conseguir que liberasen a Dreyfus, los que intentaron sacarlo acabaron también llenos de mierda: presos o con problemas graves. 

3

Y VINO ZOLA

Que no era un cualquiera: Las excelentes y maravillosas novelas que había escrito --Germinal, Nana, La Bestia Humana, por ejemplo—le habían convertido en uno de los intelectuales más reputados de su época. Por lo que, odiado o amado, sus actos y escritos resonaban en todas partes.

Que acusa con contundencia, sin miedo, sin tapujos ni remilgos, a todo los que habían metido mierda. Aireándola a los 4 vientos. 

Aunque habían pasado ya prácticamente cuatro añitos. Cuarenta y ocho mesesitos. Más de mil quinientos días con Dreyfus de vacaciones en una remota isla paradisíaca. Todo incluido. La comida -una frugal dieta ideal para perder peso y coger enfermedades-. La bebida -agua de dudosa calidad-. El alojamiento -alguna cochambrosa y oscura mazmorra-. Y lleno de divertida compañía -ratas, pulgas, piojos y chinches-. 

4

Y JUNTOS FUERON FELICES Y COMIERON PERDICES

Deberíamos de escribir ahora que la nación se dio cuenta de su error. Que a Dreyfus le pidieron perdón inmediata y públicamente. Que lo restituyeron con honores y lo indemnizaron generosamente. Que, a los que lo habían condenado a sabiendas de su inocencia, los habían mandado a pudrirse en frías y oscuras mazmorras, después de haber sido azotados públicamente, y sus cabezas puestas en picas. Para su vergüenza y escarmiento. Para dar ejemplo y que los sucesos jamás volvieran a repetirse.

Pues eso sería mentira. En este mundo cochino las cosas nunca son así. Resumiendo mucho, obviando otros muchos afectados, lo que ocurrió fue muy distinto:

EL FIN DE ZOLA:

Zola fue denunciado por los culpables por injurias y calumnias. Y les hicieron caso. Tan fuertes son las mentiras cochinas que, pese a su brillo, tuvo el famoso erudito que exiliarse un tiempo a Inglaterra para evitar la cárcel.

Poco después de volver de su destierro murió intoxicado por el gas de la estufa mal ventilada de su casa. Zola tenía 62 años y habían pasado poco o más o menos sólo 4 años desde su Yo acuso.

Se ha escrito, se seguirá escribiendo y especulando, sin pruebas, que su muerte no fue un accidente, sino un asesinato. Vale más un muerto asesinado que accidentado. Para los periódicos. Para los libros. Para la posteridad. Ya sabemos que la verdad no importa, en este cochino mundo. 

De cualquier modo, Zola se apagó para siempre y nunca vio el final del caso Dreyfus.

EL FIN DE DREYFUS:

Sabiendo ya todos que era inocente --se sabía incluso quien era el verdadero culpable--, Dreyfus tuvo otro juicio en el que fue declarado, naturalmente, otra vez culpable. Pero con atenuantes, y con una pena más liviana. Que no cumplió porque el presidente de la república lo indultó tratando de zanjar el caso. Había pasado más de 5 años preso.

Y tuvo que esperar 7 años más para que lo restituyeran de mala manera en el ejército.

Pero el tiempo es implacable. Su vida ya había sido destrozada y destruida.

5

¿NINGÚN DREYFUS NUNCA MÁS?

¿No deberíamos de haber aprendido?

¿No debería de haber servido Dreyfus como mártir para que no se repitiera lo que le hicieron a él?

En España, de forma muy similar a Dreyfus, condenaron a una mujer por un asesinato que no había cometido. Que no había podido cometer. Fue hace unos 20 años. Estupefacto veía yo las noticias. De una prensa rapaz que la condenaba como culpable de antemano, de una forma totalmente ilógica e irracional. Destrozaron para siempre, como a Dreyfus, la vida de esta mujer. El famoso caso Wanninkhof.

En EEUU, hace unos 20 años también, acusaron a un guarda de seguridad de poner una bomba. No sólo no la había puesto él, sino que la había descubierto --por casualidad-- y había evitado muchas muertes avisando para que desalojasen la zona. Otro Dreyfus más, vamos. Vi también la película que Clint Eastwood ha hecho sobre el suceso. Con el mismo resultado oscuro que ver la otra.

Y sigo hundido. Con la mente sucia y llena de mierda.

Salud

Paz

República







lunes, 20 de enero de 2020

SALUD (Y NO ENFERMEDAD)


Un caso real y personal que viví hace pocos días:

Tiene más de ochenta años. Me enseñó muy preocupada la pantorrilla izquierda. Tenía un aspecto horrible. Parecía que la hubieran torturado. Con máquinas que las mentiras cochinas le atribuyen falsamente a la inquisición. Color rojo intenso, más marcado por donde discurren los meandros de las venas.

¿Pero qué te ha pasado?

Me costó entenderla. Hablaba de forma atropellada. Contradiciéndose. Mezclando nimiedades que no venían al caso. Como desviando la atención. Avergonzada. Sintiéndose culpable y responsable. Al final logré aclarar las cosas: se le había puesto así poco después de echarse un ungüento.

Le pedí que me lo enseñara. Era un bote alargado, de plástico fino, ricamente decorado. Un bote de calidad, caro. Ponía: medicamento natural y  homeopático -una auténtica contradicción de términos-.

¿Cuánto te ha costado esto?

Muy afligida fue al médico. Que le mandó un medicamento de verdad en forma de crema para aliviar y arreglar los estragos provocados por la primera. Se la estuvo echando tres tardes, y la pierna mejoraba visiblemente. Al hacerlo se subía la bata, y la dejaba alzada, para no pringarla. A la cuarta se trabó con la bata, y se cayó de cabeza y, literalmente, se partió la cara, un hueso del pómulo. Por los nervios, por el dolor, tras la caída, se tiró tres o cuatro horas en el suelo, arrastrándose, como un gusano --todos somos comida de gusanos-- para tocar el botón de emergencias y que fueran a auxiliarla.

Está recuperándose. Con medicamentos  y tratamientos que curan. Recetados por la ciencia.

Vive intensamente preocupada por su salud. Mientras más días le pasan por encima, mayor es su miedo.

Los días nos pasan a todos por encima. Sin darnos cuenta nos van destruyendo lentamente.

La salud se puede preservar, en muchos casos, con el saber, con la verdad. La enfermedad puede llegarnos más fácilmente cuando se creen y se siguen las mentiras cochinas.

¡Ay la medicina.... la medicina en la antigüedad! Un poco de sentido común para tratar algunas heridas superficiales, los huesos rotos, y alivio para enfermedades menores, todo mezclado con mucha superchería y superstición. Los barberos eran carniceros que curaban algunas heridas. Los médicos astrólogos que daban esperanzas pero no curaban nada. Y sangrías. Muchas sangrías. Para todo desangraban a los pacientes.

¡Suerte hemos tendido de no haberla sufrido!

Ahora nos bombardean las noticias con una posible plaga de un coronavirus. Nos muestran imágenes de ciudades chinas desiertas. Recluida la población por temor a una plaga. Actualizo: Tenemos una plaga de coronavirus.

Quien no conoce:


Causó la muerte, según los cálculos más bajos, de al menos un tercio de la población europea, y más probablemente casi la mitad, si no más. En menos de dos años. Imaginen: la mitad de los habitantes de su pueblo o su ciudad se mueren de golpe. En lugar de calles desiertas como ahora, calles llenas de cadáveres. ¡No había ni sepultureros ni sitio para enterrarlos! Literalmente.

En gran parte fue tan devastadora porque los remedios que se usaron, por médicos y charlatanes --casi lo mismo por entonces--, eran a cada cual más disparatado, y sólo sirvieron para aumentar el número de muertos en lugar de reducirlos, y sirvieron muy bien para eso:

Exterminaron masivamente a perros y gatos, y no las ratas. Una medida muy apropiada... para propagar la enfermedad: Los gatos comían ratas. Al matarlos, la población de ratas se disparaba ayudando la peste.

Rezos, procesiones y peregrinaciones, que al poner en contacto masivo a la población ayudaban al contagio.

Exterminios de judíos, a quienes culpaban de envenenar el aire y los pozos de agua y provocar la enfermedad intencionalmente, con instrucciones de los rabinos. Especialmente judíos de Toledo. Que viajaban a todas partes para matar a todo el mundo. Estas masacres, por lo absurdas que eran hasta para él, trató de impedirlas el Papa mediante bulas. Pero no sirvió de nada. A los judíos los siguieron masacrando en masa, especialmente en Suiza, Alemania, Flandes y Francia. También en España, especialmente en el norte. En 1349, por ejemplo, en Estrasburgo solo, unos dos mil judíos fueron convertidos en ceniza en la hoguera.

Remedios médicos muy sensatos como hacer sangrías a los enfermos, debilitándolos más. Beber la pus de los bulbos de los enfermos –beberse directamente la enfermedad, vamos--. Bañarse en orina. Tratarse con olores de pedos hediondos guardados en tarros –la peste era una enfermedad fétida, en su absurda lógica algo semejante, algo maloliente, la eliminaría--.

Juntarse para cantar y mostrarse alegre. Irse de fiesta. Celebrando con júbilo para espantar la enfermedad con las risas.

Unirse a grupos de flagelantes, para ir dándose latigazos, y de paso ir culpando a los judíos de la enfermedad.

Y cosas peores. Que ni sabremos.



Cuando, decenas de lustros más tarde, vino la epidemia de la llamada gripe española a principios del siglo pasado --otra gran epidemia-- la medicina ya estaba menos ciega que en la edad media y, aunque el número de víctimas fue brutal, gracias a lo que habíamos aprendido fue infinitamente menor de lo que podría haber sido si se hubieran aplicado métodos semejantes a los que emplearon en el s. XIV.

PERO LAS MENTIRAS COCHINAS SIGUEN EXISTIENDO

Pues hoy, lamentable, vergonzosamente, siguen existiendo muchos charlatanes de esos. Como los de la Edad Media. Venden productos milagro que no curan nada, que incluso empeoran las cosas.

Pero ya no estamos en la Edad Media. La humanidad ha salido de la oscuridad. Con mucha dificultad la ciencia se ha abierto camino, y la medicina cura enfermedades y ha aumentado la esperanza de vida notablemente.

Por eso debemos denunciar a esos charlatanes. Bien claro y bien alto. Sin miedo. Con contundencia:

La homeopatía, la acupuntura, la quiropaxia, la naturopatía, la medicina tradicional china, etc, son estupideces que no curan nada. Utilizan disfraces elegantes --botes caros-- para ocultar lo ridículas que son sus bases, sus principios. En el mejor de los casos son inocuas, pero en muchos otros pueden agravar las enfermedades.




Salud y no Enfermedad

Paz y no Guerra

República y no Tiranía

miércoles, 8 de enero de 2020

LEONES EMPACHADOS DE SANTOS

Salud

No hace muchos días el santo Papa –aunque no sé si es correcto llamar al Papa santo, al menos hasta que no lo santifiquen muchos años después de que se muera-- parece que perdió los estribos ante sus feligreses. Una anciana lo agarró de la mano muy afectuosamente. Tanto cariño que el Papa se zafó con un manotazo violento. Y pidió perdón, el Papa, unos días después. Y salió en las noticias.

¡Qué bueno es el Papa, pidiendo perdón!

¿Mendigarán algún día indulgencia por sus muchas mentiras cochinas?

Por ejemplo, creencia extendida y popular es que en sus inicios los cristianos sufrieron un acoso monumental por parte de los romanos. Que casi sistemáticamente los metían en masa en el coliseo para que los devorasen los leones. En un espectáculo atroz, dantesco y sangriento. Estarían bastante gordos y bien alimentados esos leones. Con tanta carne de cristianos mártires disponible. Carne santa. Santos que irían al cielo todos por la vía rápida. Colapsando de golpe las puertas de San Pedro, y sus servicios de aduanas. Mucho cuidado habrían de gastar para que, aprovechándose del barullo, no se les colase ningún malhechor pagano destinado al infierno pero con pasaporte falso.

Pues mentira. Mentira cochina. Esos leones no tenían tanta carne disponible. Y menos carne santa de mártires.

<<History, which undertakes to record the transactions of the past for the instruction of the future ages, would ill deserve that honourable office if she condescended to plead the cause of the tyrants, or to justify the maxims of persecution.>> Edward Gibbon, The Decline and Fall of the Roman Empire.



Edward Gibbon fue todo un personaje. Escribo de memoria, y no sé con seguridad si fue su vida o no de esa manera. Sí lo es en mi recuerdo. Y si no lo fue así en realidad fue parecido o no importa. 

Su padre gozaba de una situación económica muy holgada. Quería que fuera sacerdote. Algo que Gibbon detestaba. Por eso, a regañadientes, acabó metido en estudios de “teología”. Eso le abrió las puertas de los libros clásicos. Ya sabemos. Esos que todos hemos disfrutado al leerlos más de una vez. De los que nos hablaban todos los días en las clases del colegio. Que tanto nos han hecho madurar y ver las cosas con mayor claridad, y darnos cuenta de eso. Sí, darnos cuenta de que todo es mentira cochina. Herodoto, Tucídides, Suetonio, Tácito, Plutarco, Salustio, Tito Livio, etc

A su vez, tal y como el mismo Gibbon cuenta, quedó tan impresionado al visitar Roma que decidió dedicar su vida, para disgusto de su familia, a comprender cómo había sido posible la caída del imperio romano. Quería averiguar las causas que habían llevado a arruinarse y perderse a una civilización capaz de construir las maravillas que vio en esa ciudad.

Así que en lugar de dedicarse a entender y predicar la fé –las mentiras cochinas de la iglesia--, cuando falleció su padre y heredó su fortuna, Gibbon se dedicó a entender y a predicar la verdad histórica.

Su forma de trabajar fue ejemplar. Siempre acudiendo a las fuentes. Siempre poniéndolo todo patas arriba y en entredicho. Su lenguaje era cuidado, rico, preciso y elegante. Tanto que siguen hoy muchos imitándole e inspirándose en él. Sus conclusiones fueron revolucionarias y, aunque desfasadas, en general correctas. Más teniendo en cuenta la época y los medios con los que contaba.

Creo recordar que era en los capítulos 15 y 16 de su primer volumen donde se centraba en el cristianismo y en sus mártires, y explicaba cabalmente que la persecución masiva de la que los cristianos se habían hecho víctimas era falsa –vamos, mentira cochina--. Los romanos los habían tratado en general con tolerancia –General Principle of Toleration--. Como a las demás religiones. Los mártires prácticamente se los habían inventado. Contra cristianos, sólo había habido unas pequeñas persecuciones menores, casi insignificantes, y que habían provocado muy pocas víctimas. La intolerancia era propia de los cristianos. No de los romanos ni de los paganos.

Leí su obra hace unos lustros. Quedando, como muchos que la han leído, sorprendido e impresionado. No entendía, y sigo sin entender, cómo era posible que más de doscientos años después de la publicación de ese libro las mentiras cochinas siguieran y sigan imperando muy por encima de la verdad.  No comprendía cómo hasta en la liberal Francia ese libro había sufrido censura hasta finales de la década de los 60 del siglo pasado.

Y sigo sin comprender.

Pero así son las cosas.

Gibbon se empeñaba en destapar y destruir las mentiras cochinas.

La mayoría se empeña en lo contrario. En perpetuarlas. Para la vergüenza colectiva.

Un libro actual para leer y disfrutar de forma amena de la verdad íntegra:

<<La edad de la penumbra: Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico.>>, De Catherine Nixey 

Salud

Paz

República

martes, 31 de diciembre de 2019

NAVIDAD, TRISTE NAVIDAD

Salud

Esta mañana se me echaron a llorar en el trabajo dos clientes. Y el lunes otros tres, hablándome de sus tristezas, que se agudizan estos días. Tan horrible debe ser tener que verme. Tan terrible ir en busca de los servicios que ofrece la empresa para la que trabajo. O las dos cosas a la vez. La empresa y yo provocamos el llanto a cualquiera. Risas.

 ----- BREVE SOLILOQUIO NAVIDEÑO EN PROSA ----

1

Me siento gris. Me digo siempre que no me van a afectar, que me voy a mantener indiferente, que voy a hacer que me resbalen. Que me la van a traer floja. Las fiestas éstas de mierda. Pero siempre me salpican. Más que eso: me bañan entero, me ahogan, hundiéndome en aguas negras. Todo el mundo a mi alrededor acaba incordiándome, tratando de imponerme obligaciones absurdas. De contagiarme una alegría falsa y antinatural. Y torpe, débil, soy incapaz de mantenerme impasible, como me gustaría, como me prometo hacer. Me pongo de mal humor. Me cabreo. Me irrito. Me enojo. Grito. Me cago en todo. Para nada. Para pasarlo peor. Siento envidia de los antiguos estoicos, capaces de mantenerse siempre imperturbables.

2

Absurdas fiestas que no son más que una grotesca deformación de rituales ancestrales a través de los cuales nuestros antepasados buscaban fomentar y propiciar la bonanza y la fertilidad. Esos rituales no producían ninguno de los efectos que buscaban. No conseguían que lloviera, ni que las cosechas mejorasen, ni que los animales se multiplicaran como el pan y los peces bíblicos, y por tanto no impedían lo que buscaban: que nadie pasara ni hambre ni sed. Pero sí enriquecían a los que los orquestaban, chamanes, sacerdotes o lo que fueran.

Hoy controlamos, a través de la ciencia y la tecnología, las aguas y las cosechas. Pero seguimos practicando esas ceremonias bufas. Lamentablemente.

Odiamos la navidad, afirmamos muchos, o casi todos los adultos. Porque, decimos, nos entristecen al recordar a quienes ya no están. Porque, explicamos, son una farsa organizada por las grandes multinacionales para que compremos y consumamos y gastemos en cosas que no nos hacen falta. Porque, contamos, son una mera excusa para compartir la mesa con quienes detestamos, siendo así origen de discusiones, trifulcas y hasta peleas a golpes. Porque en ellas, argumentamos, todo es hipocresía y mentiras. Pero ninguno hacemos nada para que dejen de existir. Todos nos dejamos conducir por la inercia, y nos acaba arrastrando por el fango y el martirio.

3

Coinciden estos ritos con el solsticio de invierno. Punto de inflexión en las actividades humanas. Especialmente cuando estaba la humanidad mucho más atrasada. Momento significativo al que nuestros antepasados le dieron suma importancia. Fin de las cosechas. Nacimiento del nuevo sol. Inicio de otro ciclo de estaciones.

La navidad se celebra para conmemorar el nacimiento de Jesucristo. Pero éste no es más que un personaje de ficción, que además plagia descaradamente otros personajes de ficción creados hace miles de años. Como la propia naturaleza, siguiendo el curso de las estaciones, el personaje nace, muere y resucita todos los años. Al llegar el mes de Jano --el dios de las dos caras, una mira al pasado, otra al futuro-- nos comemos las uvas, triste rémora de liturgias atávicas. Después, en Reyes intercambiamos regalos, actos que tienen el mismo principio: un primitivo y hoy estúpido modo de propiciar, mediante fuerzas nebulosas, la prosperidad.

La prosperidad hay que buscarla con el esfuerzo diario. No nos llegará del cielo. Ni de las estrellas. Ni de la luna. Ni del sol. Ni de rituales anacrónicos que ya perdieron su sentido. Comernos las uvas no influye en nuestro porvenir. Hacer y recibir regalos a los otros en esa fecha concreta tampoco. Salvo quizá por crear y reforzar lazos afectivos –aunque casi más bien pienso que muchas veces tienen el resultado contrario, de desunirnos más, de crear más discordias--. El mejor regalo es el de tratarse con respeto, humildad, comprensión y cariño. Pero siempre. No solo estos días. Y no sólo con los demás. También o especialmente con nosotros mismos.

Salud

Paz

República