miércoles, 8 de enero de 2020

LEONES EMPACHADOS DE SANTOS

Salud

No hace muchos días el santo Papa –aunque no sé si es correcto llamar al Papa santo, al menos hasta que no lo santifiquen muchos años después de que se muera-- parece que perdió los estribos ante sus feligreses. Una anciana lo agarró de la mano muy afectuosamente. Tanto cariño que el Papa se zafó con un manotazo violento. Y pidió perdón, el Papa, unos días después. Y salió en las noticias.

¡Qué bueno es el Papa, pidiendo perdón!

¿Mendigarán algún día indulgencia por sus muchas mentiras cochinas?

Por ejemplo, creencia extendida y popular es que en sus inicios los cristianos sufrieron un acoso monumental por parte de los romanos. Que casi sistemáticamente los metían en masa en el coliseo para que los devorasen los leones. En un espectáculo atroz, dantesco y sangriento. Estarían bastante gordos y bien alimentados esos leones. Con tanta carne de cristianos mártires disponible. Carne santa. Santos que irían al cielo todos por la vía rápida. Colapsando de golpe las puertas de San Pedro, y sus servicios de aduanas. Mucho cuidado habrían de gastar para que, aprovechándose del barullo, no se les colase ningún malhechor pagano destinado al infierno pero con pasaporte falso.

Pues mentira. Mentira cochina. Esos leones no tenían tanta carne disponible. Y menos carne santa de mártires.

<<History, which undertakes to record the transactions of the past for the instruction of the future ages, would ill deserve that honourable office if she condescended to plead the cause of the tyrants, or to justify the maxims of persecution.>> Edward Gibbon, The Decline and Fall of the Roman Empire.



Edward Gibbon fue todo un personaje. Escribo de memoria, y no sé con seguridad si fue su vida o no de esa manera. Sí lo es en mi recuerdo. Y si no lo fue así en realidad fue parecido o no importa. 

Su padre gozaba de una situación económica muy holgada. Quería que fuera sacerdote. Algo que Gibbon detestaba. Por eso, a regañadientes, acabó metido en estudios de “teología”. Eso le abrió las puertas de los libros clásicos. Ya sabemos. Esos que todos hemos disfrutado al leerlos más de una vez. De los que nos hablaban todos los días en las clases del colegio. Que tanto nos han hecho madurar y ver las cosas con mayor claridad, y darnos cuenta de eso. Sí, darnos cuenta de que todo es mentira cochina. Herodoto, Tucídides, Suetonio, Tácito, Plutarco, Salustio, Tito Livio, etc

A su vez, tal y como el mismo Gibbon cuenta, quedó tan impresionado al visitar Roma que decidió dedicar su vida, para disgusto de su familia, a comprender cómo había sido posible la caída del imperio romano. Quería averiguar las causas que habían llevado a arruinarse y perderse a una civilización capaz de construir las maravillas que vio en esa ciudad.

Así que en lugar de dedicarse a entender y predicar la fé –las mentiras cochinas de la iglesia--, cuando falleció su padre y heredó su fortuna, Gibbon se dedicó a entender y a predicar la verdad histórica.

Su forma de trabajar fue ejemplar. Siempre acudiendo a las fuentes. Siempre poniéndolo todo patas arriba y en entredicho. Su lenguaje era cuidado, rico, preciso y elegante. Tanto que siguen hoy muchos imitándole e inspirándose en él. Sus conclusiones fueron revolucionarias y, aunque desfasadas, en general correctas. Más teniendo en cuenta la época y los medios con los que contaba.

Creo recordar que era en los capítulos 15 y 16 de su primer volumen donde se centraba en el cristianismo y en sus mártires, y explicaba cabalmente que la persecución masiva de la que los cristianos se habían hecho víctimas era falsa –vamos, mentira cochina--. Los romanos los habían tratado en general con tolerancia –General Principle of Toleration--. Como a las demás religiones. Los mártires prácticamente se los habían inventado. Contra cristianos, sólo había habido unas pequeñas persecuciones menores, casi insignificantes, y que habían provocado muy pocas víctimas. La intolerancia era propia de los cristianos. No de los romanos ni de los paganos.

Leí su obra hace unos lustros. Quedando, como muchos que la han leído, sorprendido e impresionado. No entendía, y sigo sin entender, cómo era posible que más de doscientos años después de la publicación de ese libro las mentiras cochinas siguieran y sigan imperando muy por encima de la verdad.  No comprendía cómo hasta en la liberal Francia ese libro había sufrido censura hasta finales de la década de los 60 del siglo pasado.

Y sigo sin comprender.

Pero así son las cosas.

Gibbon se empeñaba en destapar y destruir las mentiras cochinas.

La mayoría se empeña en lo contrario. En perpetuarlas. Para la vergüenza colectiva.

Un libro actual para leer y disfrutar de forma amena de la verdad íntegra:

<<La edad de la penumbra: Cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico.>>, De Catherine Nixey 

Salud

Paz

República

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